The True
Me derrumbé en pedazos cuando comprobé la dualidad que había sido. Estallé en
llanto, impotencia y desdicha cuando me di cuenta la frustración de mi vida. Una
intelectualidad que trataba de ocultar un engaño, un fracaso. ¿A quién estaba
engañando, sino a mí misma?
¿Qué haría, una vez que las ideas no fueran materia? ¿Qué quedaría de esta
materia, frente a la otra materia, comportándose como tal? ¿Qué haría una vez
que no pudiera separar los límites del cuerpo... cuando ya no pudiera ocultar en
brillantes teorías la razón de mi refugio como ermitaña?
Pensé que esta sociedad pequeña y preestablecida me limitaba. Pero ahora sentía
que era tan solo yo misma. Estando en Pekín, en Roma o en Tokio sucedería lo
mismo.
Estuve contemplando una profunda fisura dentro de mí misma. Una herida que no
podía ser llenada con pensamientos, conocimientos e ideas. Una llaga que se
rompía cuando ya no tenía su fuerza. La fuerza de dos corrientes que pujaban por
vencerse mutuamente.
Desde hace años, este debate existencialista me divide, me congoja y me obligar
a buscar excusas. A evitarlo para no admitir que no tengo
Copyrigth 2002© Todos los derechos reservados